Tuesday, October 30, 2007

Ambigüedades


La estación de trabajo se encuentra dentro del módulo “G”, y está compuesta por seis estaciones de trabajo similares. Una frente a la otra y sólo distanciadas por un pasillo de unos ochenta centímetros.

En la estación 6 hay un computador color negro opaco con sus bordes frontales grises y su monitor apagado. Posee un protector de pantalla sucio y algo ladeado; como si el soporte izquierdo, el que tiene forma de “L” invertida no fuera capaz de soportar su peso.

El escritorio tiene forma de boomerang con su vértice central en ángulo recto. La cubierta es de un tinte hueso añejo. El canto está rodeado con una cinta de goma o de plástico negro. El soporte de la cubierta es de un triste y opaco gris. El computador se ubica en la punta central del escritorio y a su alrededor está lleno de papeles y libros. Todos revueltos. Como si un temporal hubiera pasado por el lugar.

Hay un único adorno que está sobre el escritorio. Es una fotografía de dos niños dentro de una dorada y plástica botella de Coca-Cola de un litro y medio y apoyada levemente a un panel.

Dos son los paneles que dan forma a la estación de trabajo. Al poniente, uno de metro 20 de alto, y que forma una pequeña pared con el escritorio, y otro largo, como de un metro 70 de alto, que constituye la parte posterior, y se ubica perpendicular a una de las ventada del quinto piso que da al oriente. Ambos paneles son de color azul desgastado, con pequeñas manchas rectangulares de un deslavado celeste y amarillo.

El sillón del escritorio es de un color azul eléctrico, con un pedestal de cinco punta con ruedas. Sus apoyabrazos son rígidos, por lo que hay que regular la altura para que los estos queden debajo de la cubierta. La parte posterior, es de un plástico duro y negro.


Por la venta oriente, se aprecia la cordillera. Silenciosa. En un estado de purificación por las nieves invernales. A si mismo, se observa que en la vereda del frente hay una iglesia Adventista que promociona un estudio del Apocalipsis, un gimnasio, una fuente de soda y unos departamentos. Además, por esta vereda se ve una chica con un vestido negro con lunares amarillo, cabizbaja, sólo a veces mira hacia el quinto piso buscando a alguien en éste escritorio, el que hace días ha estado sin ocupante.

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Friday, January 12, 2007

Todo por un Italiano

Todo comenzó ayer. Luis, al salir del trabajo, tuvo una ansiedad irresistible por comer un completo. Él siempre pasa por fuera de esa fuente de soda, ayer entró y se sentó en una mesa apegada a un gran ventanal desde donde podía ver todo lo que sucede a fuera.

Transcurrieron unos cuantos minutos, Luis miraba absorto hacia la calle perdido entre los mundos que cruzaban ante sus ojos, repentinamente escuchó, a sus espaldas, una voz dulce que le decía; “señor, ¿qué se va a servirse?”. Él, lentamente se giró, levantó su mirada y se clavó, a su parecer, en lo más hermoso y radiante que jamás había visto en su vida. Se quedó mudo por un minuto y medio por lo menos. Emocionado, perturbado, empezó a transpirar copiosamente.

María, con una sonrisa visiblemente forzada, nuevamente le dijo: “caballero, ¿ya decidió lo qué se va a servirse?”. Él, con el corazón a pleno galope; casi escapándose de su pecho, y con una sensación de frió que inundaba sus manos y entrepiernas, dijo en un susurrante chillido: “Un italiano y una cerveza por favor”. “Enseguida se los traigo”, respondió ella y se alejó.

Luis no despegaba los ojos de María, observaba cada detalle de sus movimientos, casi podía verla volar cuando se desplazaba de un lugar a otro, ya no era simplemente una mujer, era una mariposa, un hada, un colibrí que danzaba de completo en completo.

Percibiendo María que alguien la ojeaba, deslizó una mirada hacia Luis. Él sintió como un quemante nudo en sus vísceras, sin embargo continuó mirándola adictivamente. Luego María, quien ya a estas alturas se sentía acosada, se acercó a le Luis y le dijo en un tono de rudeza: “¿lo puedo ayudar en algo más?”. “Si, gracias”, respondió él y añadió, “te he estado mirando por un buen rato y no he podido despegar mi mirada, tienes un magnetismo…” María atónita, escuchaba atentamente mientras su cuerpo se contraía y daba un paso hacia atrás en actitud defensiva.

Luis tenia los ojos desorbitado, las manos apretadas, su frente arrugada y su transpiración ya había manchando tanto el mantel como las servilletas, era como si algo a alguien lo se estuviera asfixiando. Él continuó hablando por un buen rato hasta que finalmente le dijo a María: “es tu divino delantal el que me enloquece, esos colores, la exquisita blonda utilizada, sus encajes, ese corte que le dieron, ¿dónde lo comparaste?”. A estas alturas María estaba más que extrañada por la pregunta, dando otro paso hacia a tras, le respondió, “Yo misma lo hice, compré la tela y todo”. Luis, muy excitado, inclinando su cabeza coquetamente y levemente mordisqueándose los labios, dijo, casi en un murmullo; “¿Me puedes vender tu delantal?, pliss. Es que mañana tengo una cita íntima y quiero sorprender.”

Thursday, December 21, 2006

El Cramer

La primera vez que lo vi, me llamó de sobre manera la atención, sobre todo al percatarme que él estaba sólo acompañado por dos pequeños. El mayor tiene al rededor de 7 años y el otro como 5. Pensé que esperaba a su esposa, que ella andaría por ahí en el cementerio, quizás comprando flores, hablando en la administración o en quién sabe qué cosa.

Al siguiente domingo, nuevamente lo vi caminando entre las lápidas acompañado de los niños. Mi curiosidad aumento, lo seguí con la mirada hasta donde pude debido a que no me permiten salir, lo único que logré, fue percatarme que caminaba en dirección al patio de los nichos.

Durante la semana, tratando de explicarme la visita de este hombre, conseguí acceder a los archivo del cementerio. Eran treinta y cuatro los ingresado a aquel lugar durante el último mes. Al clasificarlos por edad, pude obtener el siguiente resultado: tres entre 0-20 años, doce entre 21 a 40 años y diecinueve difuntos con más de 41 años. Lo que llamó más mi atención, es que habían dos jóvenes mujeres en la lista; una de 28 años y la otra 36. Posiblemente pudieran ser la madre de los niños.

No sólo a mi me llamo la atención este hombre acompañado de sus hijos, sino que también a mis otros compañeros, a los de la limpieza, los albañiles y a las floristas; quienes admiraban la devoción del Cramer, así le pusieron, el cual sólo compraba rosas blancas.

También durante la semana he pensado en esa pobre mujer, imaginando su incomodidad al estar encerrada en esos húmedos y fríos nichos. Rodeada por la fragancia nauseabunda de los maceteros mientras las flores se van marchita con el paso de los días. Como la oscuridad la rodea consumándola y provocándole la pérdida de toda noción del tiempo. Sufro al pensar de que se está asfixiando en su cajón herméticamente sellado, con la finalidad de que no se desparramen los fluidos del cuerpo cuando se descompone, o como sus ojos y entrañas son invadidos por un ejercito de gusanos. Por eso, hoy, el domingo que tengo libre, espero con ansias que el Cramer nuevamente aparezca por acá.

Alrededor de las tres de la tarde, para mi alivio, el desdichado hombre aparece con sus pequeños ángeles. Con mucho disimulo y a corta distancia lo sigo. Como habitualmente lo hace, toma en dirección hacia los patios de los nichos. Pienso en lo afortunada que es su esposa por tener este hombre tan dedicado y que a pesar de la muerte, aún le ama. Al llegar al patio de los nichos, mi corazón late fuerte porque voy a ser testigo de este encuentro intimo. Para mi sorpresa, él sigue caminando hasta llegar al limite norte del patio y dobla a la derecha. Quedo perplejo en ese instante, pienso que es posible que ella esté en un sepultura o una bóveda familiar, así es que apuro el paso para no perderlo. El Cramer sigue caminado, no da señales de que se detendrá en algún lugar, prende un cigarrillo mientras simplemente camina y camina, hasta que finalmente llegamos a la entrada principal, la que esta por Avenida Recoleta, y Ahí se detiene.

Luego, algo le habla a los niños y ellos, con una actitud temerosa le asienten, le pasa un rosa blanca a cada uno de ellos y se sienta placidamente a unos 3 metros, mientras los niños comienzan a pedir limosnas a los visitantes del campo santo.

Yo, contento de estar donde estoy, volví a encerrarme en mi bóveda con la firme determinación de no volver a salir nunca más.

Thursday, December 14, 2006

Maquillaje

Me inquieta Gabriel, está pasando por momentos difíciles que lo confunden. Todo los días, antes que amanezca, comienzo a preocuparme de las actividades diarias. Hoy, el rimmel visita mis ojos con cuidado y devoción. Pienso en él, sé que es un buen chico que podrá salir adelante y dejar en el pasado estos tiempos grises.

Al aplicar la crema facial, siento que acariciara mi rostro con mucho cuidado. Está fría y húmeda. Trata fervientemente de revivir mi juventud de antaño con el mismo fervor del penitente, que de rodillas, paga el favor concedido a la Virgen de lo Vázquez.

Martín está bien en el colegio, aunque últimamente ha tenido algunas anotaciones negativas por disciplina. El problema es que no lo entienden. Es muy rápido para aprender, los trabajos y tareas del colegio los realiza en unos pocos minutos. Son los otros niños los que lo molestan.

Tratando tiernamente de ocultar las amarguras de mi vida, el corrector de ojeras recorre elegantemente mi piel. Una vez más, con esa amabilidad que lo caracteriza, se lleva mis penas a las profundidades de mi alma.

Andrés es un buen tipo, pero desde hace bastante tiempo las cosas no nos funcionan. Hay días que simplemente me quiero ir lejos. No soporto su indiferencia, su frialdad y su falta de palabras amables. Ya no me dice que me quiere. Lamentablemente, si nos hubiésemos divorciado, no habría podido soportar los maliciosos comentarios y mentiras sobre mi persona.

Un poco de base de maquillaje para tratar de ocultar la palidez de mi rostro. Hoy, estoy más blancucha que nunca. Así que a la base se le une el rubor para esconder la apariencia anémica que llevo a cuestas.

No se qué va a pasar con el Choche. El alcohol y las malas juntas no lo dejan. Hemos tratado de ayudarlo. América me llamó ayer para ver, una vez más, otro tratamiento. Ya no sé si algo resulte. Espero que él pronto se de cuenta que está enfermo y si sigue así, perderá a toda su familia. Realmente, no se que va a pasar con él, hasta ahora ha contado con mi ayuda cuando me lo ha pedido.

Un delineador de ojos y otro de labios me regalan pequeños y delgados caminos oscuros. Buscan engañar a los ingenuos. Se unen a esta treta el lápiz labial y la sombra de ojos. Ponen colores en mi boca y ojos para dar mayor vida a mi rostro, como tratando de resucitarlo, a la manera que Cristo resucitó al desdichado Lázaro.

Bueno, después de 15 minutos estoy lista para salir. Andres, antes si, siempre se preocupa de cerrar las ventas y las puertas, apagar las luces, cortar el gas, revisar que se lleven las llaves de la casa, que la mantequilla quede en el refrigerador y de todas esas actividades que se hacen antes de salir de casa. Ahora, ya muy cómoda en mi cajón, podemos ir tranquilos, como una buena familia, a mi sepelio.

Fin

Monday, November 27, 2006

EL CEREZO

Cuando niño me subía al cerezo plantado por mi abuelo. Me gustaba sentir el viento en mi rostro, ser mecido de un lado a otro y ver por encima de los techos la cordillera. Ahora sólo añoro el momento de subir a otro árbol antes que los gusanos me estremezcan.

Saturday, October 07, 2006

Almuerzo


Cuando Juan mastica, un ojo se le abre. No es una manía loca, sólo un problema de conexiones nerviosas entre el ojo y la boca. Hoy está almorzando con Clara en un elegante lugar y no ha tocado su plato; tampoco ella.

Andrés B.